Cuando se anunciaron por primera vez las Zonas de Oportunidad (OZ), hubo un gran interés y entusiasmo. En la iniciativa participaron miembros clave del Congreso y una cantidad significativa de inversores de riesgo de alto perfil. Las OZ iban a motivar nuevas inversiones en más de 9000 zonas censales en todo el país que históricamente habían estado desfavorecidas socioeconómicamente y habían sido ignoradas.
Y luego llegó la depresión. No una depresión económica, sino el tipo de dolor de cabeza que se produce cuando los reguladores, contadores y abogados se reúnen para definir el proceso y las regulaciones que lo habilitan.
Personalmente ayudé a presidir o facilitar numerosas reuniones educativas para tratar de explicar cómo funcionarían las OZ y cómo se obtendrían los beneficios. A la mayoría de nosotros nos habría resultado más fácil presentarnos en el CERN en Suiza un día cualquiera y explicar la materia oscura y el entrelazamiento cuántico.
En resumidas cuentas, las zonas de libre comercio, tal como están hoy, en realidad sólo son un instrumento para transacciones inmobiliarias. Además, como las zonas de libre comercio sólo permiten proteger las ganancias de capital, limitan la participación en las inversiones a los inversores adinerados. ¿Adivinen qué? La mayoría de estos inversores no viven ni trabajan cerca de las zonas de libre comercio. ¿Le gustaría una dosis doble de gentrificación en su café con leche?
Con ese discurso fuera de mi pecho, ¿qué se puede hacer?
Para que las OZ realmente tengan el impacto deseado, se debe ampliar el beneficio fiscal para incluir una compensación fiscal federal dólar por dólar sobre los ingresos ordinarios, junto con una eliminación de las normas para inversores acreditados por la SEC. Al simplificar las normas en general y realizar estos cambios específicos, los inversores de todo el espectro económico que realmente viven en las OZ y sus alrededores podrían participar e invertir en empresas en funcionamiento y bienes raíces. Este cambio fortalecería el compromiso con las empresas locales y los nuevos emprendimientos en las OZ de manera espectacular y permitiría la participación de las mismas personas a las que las OZ se pretendían ayudar en primer lugar.
Para ser claros, las OZ se pusieron en marcha con las mejores intenciones. Ahora es el momento de arreglarlas para que realmente funcionen para todos. ¡Alce la voz y hagamos que esto suceda! Si desea obtener más información, consulte la Mapa de políticas empresariales de Arkansas.